Una costumbre extranjera, pero a la chilena...
La celebración de Haloween corresponde a una festividad celta que con el paso de los años se volvió tradición en los países anglosajones. Lo que inicialmente fue el año nuevo para éstos, o la fiesta de la cosecha para los romanos, se convirtió en una de las costumbres más importantes en Estados Unidos y Canadá.
La noche de brujas resultó tan atractiva para el resto del mundo, que muchos países comenzaron a imitar la costumbre que, actualmente, llena las calles de brujas, calaveras, telarañas, murciélagos, vampiros y calabazas naranjas y negras.
Grandes y chicos se disfrazan para salir a pedir dulces o hacer travesuras si no los reciben. Chile no se quedó ajeno a esta festividad. La noche del 31 de octubre, la gran variedad de elementos alusivos a la fecha que cubren barrio Meiggs, estarán tapizando las calles del país en busca de golosinas.
La imitación de tradiciones extranjeras es una manía más que incorporada en los chilenos, pero el capricho de copiar lo ajeno no lo es todo. Generalmente se acompaña del afán de desvirtuar la forma original.
De allí nació el "Jalogüin" a la chilena. Lo que en la mayoría de los países es sinónimo de terror, en nuestro país es, principalmente, una ocasión más para disfrazarse de lo que sea y salir a pedir dulces. Los comerciantes de barrio Meiggs ofrecen las prendas y artículos tradicionales que, al parecer, cada año quedan más en el olvido. Siendo sustituidos por una gran cantidad de trajes de princesas de Disney, dama antigua, pitufos, súper héroes, hadas, ángeles y una infinidad de dibujos animados.
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Yesenia Núñez |
Yesenia Núñez tiene su local repleto de este tipo de disfraces y los accesorios alusivos a la festividad son muy escasos. Ella prefiere ofrecer una amplia variedad de “disfraces tiernos” debido a que “es lo que más se vende y los niños los prefieren porque le tienen miedo a las cosas de Haloween”.
Si fuese así ¿Por qué se celebra entonces? ¿Por qué no crear una festividad propia en vez de tergiversar otra que resulta poco agradable?
Muchos se cuestionan lo mismo. Una de ellos es Juana Luengo, quien atiende un local en el que se venden solamente elementos tradicionales, pero comenta que “no me cabe en la cabeza que celebren este día, pero hay que trabajar y cuando uno trabaja tiene que estar dispuesto a eso, sólo a vender”.
Cree que, probablemente, el hecho de haber desvirtuado la celebración provocó que, para quienes venden los elementos habituales “estén más o menos las ventas, aunque los últimos dos días siempre son los mejores, en la semana ha estado lento”.
Históricamente, Haloween ha sido una fecha de poca rentabilidad para los comerciantes. Cada año motiva menos a quienes alguna vez lo celebraron y, los que aún gustan de esta lejana costumbre, contribuyen incansablemente en la pérdida de su esencia. Sin mencionar las ocasiones en que se ha prestado para incidentes de diversa índole ¿Vale la pena mantener esta festividad en nuestro país?
Javiera Tobar V – Andrea Pastene G – Agustín Soto DR
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